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Diario #1 - ¿Cuándo empieza un diario?

Al pasar en tan breve espacio de tiempo a un mundo absolutamente nuevo
y sin la más remota semejanza con el que acaba de dejar,
se halla realmente como transportado a otro planeta
Alí Bey, Viajes por Marruecos

Ningún diario arranca desde el momento cero de lo que va a narrar. Es que no existe ese punto en el que todo está por comenzar. Alguien dirá que un diario de viajes podría empezar con el trámite de sacar el pasaporte o elegir el destino, pero lo cierto es que cualquiera de esos puntos son igual de arbitrarios. Queda afuera toda la serie de eventos que son preexistentes a la idea misma de escribir el diario.

Hace un tiempo, digamos diez años, en uno de esos canastos de liquidación que suele haber en las veredas de las librerías, me encontré un libro que no estaba buscando. Eran las crónicas de los viajes de un explorador llamado Alí Bey. Fue una especie de espía a la fuerza, que tuvo que internarse en tierras árabes en busca de aliados bélicos y comerciales para la corona española. Su nombre cristiano era Domingo Badía y sus descripciones de los lugares y las costumbres del mundo islámico del siglo XVI fueron leídas en toda Europa. Su diario de viajes, que es lo que acá importa, empieza describiendo el contraste que siente un viajero al cruzar el Estrecho de Gibraltar. Ese es su momento cero de la escritura: el impacto de encontrarse, después de cuatro horas de lancha, en un mundo completamente diferente. Por supuesto que para llegar ahí, al instante del impacto, debió haber pasado por muchísimos trámites, desvelos, tironeos y negociaciones. Pero eligió empezar su escritura en ese punto en el que el mundo islámico causó su primera impresión. 

Tal vez el motivo por el que ese libro me llamó la atención era que yo quería escribir una historia medieval, con judíos, árabes y cristianos buscando un libro para el Rey Alfonso. Las crónicas de Alí Bey sucedían varios siglos más tarde, pero me perdí un poco en su diario, en su modo de documentar una cultura, de describir una cena, de comentar un oficio religioso, de explicar el calendario.

De aquella historia que empecé a escribir en 2009 rescaté algunos fragmentos y un episodio en particular, que decidí trasladar a la actualidad, cambiando piratas portugueses por piratas del asfalto. Si quisiera hablar de la novela que escribí este año, entonces, podría empezar por aquella historia de piratas y de libros.

Ahora me interesa documentar todo el proceso, desde la escritura hasta la materialización en papel, que decidí hacer de manera no industrial, comprometiéndome en la búsqueda y la realización de cada una de las etapas de una publicación. De ahí la idea de empezar un diario, un poco con eso que decía Foucault, que escribir es una forma de pensar en lo que quiero pensar. La escritura me transforma y transforma lo que pienso. 
Prensa casera y listado de pliegos numerados

El momento cero de mi diario será entonces parecido al de Alí Bey, el contraste entre dos mundos completamente distintos: el de participar de la materialización de una obra literaria, frente al que propone la edición industrial, que se resume a la firma de un contrato y la espera de una caja con libros.

Aventurarse a cruzar a la orilla de la edición artesanal es descubrir que cada objeto es único, que cada material tiene su historia, que cada técnica comprende la experiencia de muchísimas personas, que cada hora que se dedica a la concepción del libro le da un sentido nuevo al texto, que nunca se agota en la escritura: la materialización y la distribución también hacen sistema, dicen y sugieren.


Segunda prueba de encuadernación 


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