La palabra crisis siempre está de moda. Le llamamos crisis a muchas cosas. La propia coyuntura se vive, con frecuencia, como un estado crítico. Entre los miles de hermosos vocablos que heredamos de los griegos, el concepto de crisis viene cargado de significado: separar, discernir. La misma raíz la encontramos en crítica o criterio. Y entendemos entonces que la crisis nos empuja a tomar decisiones.
Personalmente, me gusta el maridaje que
esta palabra encuentra en otra de origen helénico: epifanía, la manifestación, que vuelve evidente lo que permanecía
invisible.
Muchas veces, lo que llamamos crisis no
hace sino dar luz sobre las cosas que no alcanzábamos a ver. Eso que se nos
muestra es lo que nos da una pista para tomar la decisión acertada.
“Que no vivamos como esclavos” (2013) es un documental de Yannis Youlountas que retrata la situación política, social y económica que atraviesa Grecia. Filmado en forma independiente, autofinanciado y difundido a través de redes sociales, la película rápidamente llevó las imágenes de la crisis a todo el mundo.
Youlountas, que trabaja enseñando
filosofía en Francia, encontró entre los griegos valiosísimas respuestas a la
crisis financiera, en su mayoría desconocidas fuera del país. Incluyen tiendas
de intercambio de productos y bienes (trueque), la germinación de una forma
creativa de reciprocidad entre productores y consumidores, sectores autónomos
donde se desarrollan nuevas formas de aprendizaje, pensamiento y arte. Y sobre
todo, la idea de que la verdadera democracia implica hacerse cargo de los
propios problemas sin intermediarios, ofreciendo una salida alternativa a esa
oscura y renovada forma de esclavitud que impone el sistema financiero
internacional.