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Mostrando entradas de marzo, 2011

Elásticas

Haciéndose eco de la voluntad de Joyce de plagar el Ulises de trampas y tropiezos interpretativos, el editor ordenó ahorrar en pegamento. Lo que se obtiene es el más coherente e irrespetuoso paratexto: un libro frágil cuyas páginas se escurren de mis manos cada vez que intento terminar de entenderlo. Si algún día me toca en suerte perder hojas de este ejemplar que guardo entre bandas elásticas en un lugar estratégico de mi madriguera, espero no olvidarme que en el capítulo cinco se puede leer tremendo párrafo: Disfrutar de un baño ahora: limpio pesebre de agua, fresco barniz, la suave y tibia corriente de agua. Este es mi cuerpo. Entrevió su cuerpo pálido recostado del todo, desnudo, en un útero de calidez, aceitado por un fragante jabón, lavado suavemente. Vio su tronco y extremidades rotondulando y sostenidos, boyando ligeramente hacia arriba, amarillo-limón: su ombligo, capullo de carne: y vio los oscuros rizos enredados de su vello púbico flotando, flotante cabello de la corr...

Tics de la revolución

Lo que acompaña al texto (que últimamente me tiene más atento que de costumbre) es lo que le da un marco,  pero no en el sentido de limitación, sino muchas veces, de proyección. Hay paratextos que disparan, rebalsan y hasta deconstruyen los elementos del texto para desteñir en otros campos, para mancharse de sus colores y pintar todo lo que nos rodea. Me aventuré a canjear el epígrafe original de esta canción. Asumo que Brecht no se enojará.   Sueño con Serpientes Silvio Rodriguez (1974) Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene. Por primera vez vas a robar algo más que puta guita. Patricio Rey. Sueño con serpientes, con serpientes de mar, con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo. Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan lo que puedan arrebatarle al amor. Oh, la mato y aparece una mayor. Oh, con mucho más infierno en digestión. No quepo en su boca. Me trata de tragar pero se atora con un trébol de mi sien. Creo que está loca. L...

Escrito en el cuerpo

En el microcosmos del paratexto insospechado gobiernan esas prostitutas mansas también llamadas Fotocopias. Llevan en sus cuerpitos frágiles las marcas resaltadas, antes de luz ultravioleta, ahora un anaranjado viejo, que hacen que un par de versos como estos parezcan lo más importante que se le ha leído a Edmond Jabès. No la ausencia de la voz que el recuerdo puede traicionar sino la de la confesión del gusano al limo feraz. Ellas nunca duermen en la misma estantería que los libros. Suelen quedar hacinadas en cajas de archivo o cajones, aunque siempre bien dispuestas a que la mirada lasciva del estudiante o el licenciado involucre sus cuerpos en una nueva escritura al margen.

Paratextos imprevistos

Comprar un libro usado es también arriesgarse a la historia entre ese objeto y sus lectores. Supone a veces un suceso impensado por autores y editores: los jardines insospechables del paratexto, a saber, el subrayado, las hojas marcadas, las escrituras al margen. Había en mi madriguera un libro que compré usado hace varios años y no había leído hasta ahora. Una antología de cuentos fantásticos de Bioy Casares. El libro estaba impecable, salvo por una sola marca que un lector avivadísimo plasmó en el papel. En el cuento Moscas y Arañas, aparece subrayada con lápiz la siguiente enunciación: -Duerme como una hipócrita. Quien haya sido, en el infinito océano de variables y lectores posibles de este y todos los universos, consiguió condensar en una oración el espíritu del cuento. Vale la pena el borramiento del trabajo del autor, hubo aquí un nuevo autor que lo resignificó y dejó su huella en este objeto que ahora ocupa un lugar privilegiado en mi rizoma editorial. Sólo espero que la H...

Somewhere in time

Borges / El Aleph En el afiche, Darín fuma un Jockey y el tiempo pasa para Borges. A nadie le importa la ausencia que hasta él mismo transformará en olvido. Pero al bajar al sótano fantástico, a ese abismo de infinitas confluencias, el autor ya se sabe fingido y, por lo tanto, todo lo que lo rodea lo será. Si el falso Borges caricaturizado por Borges juzgó falso al Aleph que le estaba mostrando sus propios glóbulos disiparse por sus arterias, fue porque no vio en el vórtice su único deseo, refractado en infinitos deseos idénticos. Quería ver al mundo detenerse, una huelga perpetua de publicistas, un culto a su Beatrice inmortal, un reloj de arena con tapón, un poema inmóvil. Y quizás lo consiguiera superponiendo ficciones. Hueco sobre hueco sobre hueco hasta el infinito inabordable. Ser el Dante apoteótico en el extremo final del ovillo de Ariadna, o incluso el mismo Borges que leo, abismo sobre abismo simulado.