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Somewhere in time

Borges / El Aleph

En el afiche, Darín fuma un Jockey y el tiempo pasa para Borges. A nadie le importa la ausencia que hasta él mismo transformará en olvido. Pero al bajar al sótano fantástico, a ese abismo de infinitas confluencias, el autor ya se sabe fingido y, por lo tanto, todo lo que lo rodea lo será.
Si el falso Borges caricaturizado por Borges juzgó falso al Aleph que le estaba mostrando sus propios glóbulos disiparse por sus arterias, fue porque no vio en el vórtice su único deseo, refractado en infinitos deseos idénticos. Quería ver al mundo detenerse, una huelga perpetua de publicistas, un culto a su Beatrice inmortal, un reloj de arena con tapón, un poema inmóvil.
Y quizás lo consiguiera superponiendo ficciones. Hueco sobre hueco sobre hueco hasta el infinito inabordable. Ser el Dante apoteótico en el extremo final del ovillo de Ariadna, o incluso el mismo Borges que leo, abismo sobre abismo simulado.

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