En el microcosmos del paratexto insospechado gobiernan esas prostitutas mansas también llamadas Fotocopias. Llevan en sus cuerpitos frágiles las marcas resaltadas, antes de luz ultravioleta, ahora un anaranjado viejo, que hacen que un par de versos como estos parezcan lo más importante que se le ha leído a Edmond Jabès.
No la ausencia de la voz que el recuerdo puede traicionar
sino la de la confesión del gusano al limo feraz.