Ir al contenido principal

Stahl el memorioso

Sanchiz / Nadie recuerda a Mlejnas
(Reseña para Leedor.com)

Lejos de lo que hasta ahora entendía yo por Ciencia Ficción, pero atravesando oblicuamente su historia literaria, ha ubicado Ramiro Sanchiz una población llamada Las Piedras en la que todo parece salido del olvido más cerrado. Fragmentos de ciudad, dislocada a pocos metros de lo que podría ser la Montevideo actual, y fragmentos de historia paralela van apareciendo ante mi vista desprevenida. Y en torno a un puñado de personajes bidimensionales se estructura una historia fractal, que tiene lo que las mamushkas tienen: la capacidad fantástica de caber dentro de sí mismas.

La novela me va atrapando en un juego del que creo conocer la trampa: las aventuras de un periodista que está escribiendo una Historia de la Ciencia Ficción. Poco a poco, las ideas del autor dentro del autor comienzan a hacer pliegues en la trama, acercando puntos del tiempo y el espacio para hacerlos confluir en lo que de pronto se ha convertido en el argumento. Y he aquí uno de los hallazgos de Sanchíz: el personaje de Lestrange, un autor olvidado de la Historia, caracterizado como un Christopher Lee o alguien salido de una pesadilla de Roman Polanski, hace y cuenta: Hace de guía en un rito iniciático y cuenta un cuento que también parece fractal de la misma novela.

Creo avanzar hacia adentro o hacia abajo. La trampa es por demás placentera. El autor puso un cebo perfecto: la Historia de la Ciencia Ficción como un elemento fantástico más. Así construye Sanchíz su Nadie recuerda a Mlejnas, dosificando datos con lecturas profundas sobre el género, sobre literatura, música y política, con el lenguaje y la cultura de esta generación que también tiene algo de emergente y algo de fantástica.

Entradas populares de este blog

Guerra Mundial Z: la victoria del plan B

Nada de invasiones alienígenas, ni metáforas de la sociedad de consumo, ni alguna otra elaborada diacronía sobre la caída de la civilización. Hagamos una película donde los zombis sean zombis, sin vueltas. Guerra Mundial Z gana cuando hace convivir dos fórmulas que parecen opuestas, pero que se complementan muy bien: 1) Menos es más. (El argumento) Sacando una o dos escenas, en las que para que el relato continúe es necesario darle forma de explicación, la película no se detiene en buscarle la vuelta al asunto de los zombis, ni desde las conspiraciones, ni desde un probable génesis científico. Tampoco se narra poniendo el foco en la supervivencia, cosa que ya hemos visto en otros ejemplares del género. Simplemente se apoya en el saber colectivo acerca de estas criaturas y elabora una interminable sucesión de giros, basados en una misma estructura: el plan A no funciona. Desde esa premisa, el relato podría ser infinito. Voy a intentar explicarlo muy brevemente y sin spoilers. Ha...

Diario #2 - La experiencia artesanal

Mi vieja nos regaló una planta de tomates cherry. Tiene como ocho o nueve tomatitos verdes que van a madurar en el balcón y los vamos a comer. No alcanza para una ensalada, pero sí para darse cuenta de lo distinto que es el sabor de la fruta cultivada sin agroquímicos, a pura agua y sol. A lo sumo un té de ajo y jabón blanco para espantar pulgones y esas cosas. Pero claro que sabe distinto. La industria alimenticia nos fue quitando el sabor de las cosas. Las frutas y las verduras transgénicas crecen fuera de temporada, soportan plagas y pestes, se aguantan el invierno, maduran más rápido, tienen color parejo y andá a saber qué otras cosas, pero ¿y el gusto? Hay otra particularidad que la industria le robó a los vegetales: su capacidad para reproducirse. Ojo ahí: hay algo importante para reflexionar sobre las frutas estériles. Pero no nos adelantemos. Porque este es un diario de escritura. Quiero decir, de publicación, que es lo mismo.  Hubo en Londres un tipo que a mitad del siglo ...

FEA es comunidad

Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa. Spinoza. Que la artesanalidad involucra el contacto, ya lo sabemos. El contacto, digo, y pienso en el vínculo con lo material, en la costura como vínculo, en las tintas, los perfumes, las texturas, los pliegues. Que hagamos libros artesanales nos pone en contacto , habilita puentes, vasos comunicantes, ensambles, nodos, sinapsis. Nos conecta con los objetos que producimos, con las personas que participan del proceso, con los proyectos que cohabitan el multiverso editorial. Hay conexión: somos en red. Es, quizás, en ese sentido, que podemos disociar la idea individualista snob de hacer libros en mi tiempo libre, de la intensidad con la que nos conmovemos hacia estos espacios de conexión verdadera: de contacto, de material, de comunidad.  Experimentamos algo de eso en la FEA, evento al que nos referimos no con siglas sino con un adjetivo que es ...