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Génesis


Hombre que te miras en las aguas

para ver quién sos.

Vox Dei



En la casa donde crecí había dos bibliotecas. Una, más pequeña, estaba empotrada a la pared. Ocupaba el centro de la sala, frente al hogar a leña. Tenía libros bastante variados de ensayo o cuentos, todas ediciones de bolsillo, económicas, de tapa blanda. Unos metros más cerca del pasillo había otra biblioteca, una estantería de madera, en la que cabían libros más grandes y pesados. Algunos valiosos como la edición de Cosmos de Carl Sagan en tapa dura y con la cubierta impecable, una colección de enciclopedias Salvat, los tomos de diccionarios Vox, algunos volúmenes de editorial Folio sobre culturas antiguas. 

Allí estaba también, ahora perdida entre infinitas mudanzas, una encuadernación de los fascículos de Historia de las revoluciones, que tenía en la portada un retablo de símbolos y banderas asociadas a diversos procesos revolucionarios de la historia. Signos que quedaron grabados en mi retina y que con el tiempo y la lectura fueron cobrando sentido. También había ahí un libraco enorme, gordo y pesado, sobre la obra de Leonardo Da Vinci. 

Ese libro era un misterio, un objeto que, además de texto, tenía impresiones en color de las obras y fotografías de páginas manuscritas del autor. Una escritura difícil de descifrar. Estaba al revés, como en espejo. Lo decía en letras pequeñas al pie de la imagen. Entrar en contacto con ese libro, con su olor particular, la textura del papel, el sonido de la página y la caligrafía, era asomarse a un saber. Y un saber, si es significativo, es siempre misterioso.


Acercarme al libro de Da Vinci era agitar la inquietud por encontrar algo nuevo en lo viejo. Un objeto conocido al que se vuelve cada tanto para reconocer allí la semilla de una búsqueda: hay huella del proceso creativo, una huella que perdura tanto como la obra. Es un poco lo que estudian la Archivística y la Crítica Genética. La primera se ocupa de sistematizar y resguardar los documentos. Investiga el origen, la organización y la conservación, tanto material como digital, de manuscritos, impresiones, grabados, cartas, planillas, borradores, libros. La segunda, por su parte, investiga en esos archivos. Revuelve, enlaza, compara. Encuentra indicios y los conecta con hipótesis sobre los procesos creativos.

En ocasiones, la exploración del territorio escrito conduce a una teoría y, por ende, a una enunciación de lo posible. El pensamiento constela de pronto una versión de la realidad. Es un ejercicio saludable, el de no perder los papeles, conservarlos en un orden que facilite la lectura y nos permita, cada vez que lo necesitemos, encontrar algo nuevo en lo viejo.



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