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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Taller de marcos I

El marco de una obra no es sólo contexto. Es también señalación, es foco, es paratexto. Dice esto es , esto no es . Suelo prestar mucha atención a esos cuadros en los que la pintura desborda hasta la madera. Muchas veces, parece que el borde de la tela (lo que ya no es la obra) constituye otro producto: algo que busca mi lectura a espaldas de la intención del autor.  Cuando el soporte es parte del discurso, cuando el marco es una nueva voluptuosidad, descubro que la comunicación entre el sentido y el fundamento no es una línea gruesa, ni una escala de grises, es un fluido inesperado. Claudio Dinzelbacher enmarca un desnudo en una espesa maraña de joyas, texturas y objetos. Un guiso aterciopelado de rojo, cosas que brillan, cosas que se mueven y encierran, como un diafragma o un esfìnter, la otra obra.

Zombis en Calcuta

Brite / Calcuta, señor de los nervios Vuelvo a mi ciudad natal, al útero del mundo y la concha de mi madre, por donde los muertos ya caminaban antes del apocalipsis zombi. Esa ciudad de perfumes exóticos y nauseabundos. El lugar de los templos. ¿A qué vine? Tal vez a encontrarme con la sustancia alimenticia, con el nervio caníbal. Poppy Z. Brite me conduce por calles en las que cuesta diferenciar qué está vivo y qué es carne muerta. Porque todos caminan igual, los negocios siguen abiertos, los templos se llenan de acólitos como de milagros. Las caras vecinas se parecen, los peatones deambulan hambrientos y se reúnen en las esquinas a compartir los cuerpos. Placentero y placenta son palabras similares, idénticamente nutritivas. Y ahí está Ella, mirándome con un ojo vertical entre las piernas. Kali es la diosa de este mundo. Su sonrisa parece satisfecha.

Bastardillas sin gloria

Escena uno. El demiurgo hace una demostración infalible. Entra a nuestra casa a montar el simulacro de una conversación amena. Esto es entretenimiento puro. Sólo estamos charlando mientras fingimos prestarle más atención a su retórica que a esa gota fría que tiembla de pánico en nuestra sien. Toda estructura moral se vuelve líquida y hacemos un esfuerzo por mantener la compostura, seguir el hilo discursivo, conquistar la trama. Sacamos nuestra humilde pipa de raíz de cerezo, obedeciendo a la fantasía de que el humo de tabaco puede servirnos de máscara ante el espanto. Pero él busca en sus bolsillos y desenfunda una pipa exageradamente grande. El cínico fuma, no por el placer del sabor de la madera, sino porque el humo es su esclavo. Las formas que dibuja en el aire ilustran su argumentación. Una muestra de ignomancia que nos reduce a insignificantes testigos de la grandeza. Temblamos. El miedo es un dragón de humo de tabaco. Y el artífice ha hecho de nosotros exactamente lo qu...