Ir al contenido principal

El secreto del pájaro-momia

Entré al Museo Argentino de Ciencias Naturales con mi hijo y mi viejo y fue como si viviese en tiempos paralelos y sincronizados todas mis visitas a todos los museos. Me abstraía por momentos en las relaciones padre-abuelo-hijo-padre que se enredaban como estopa, como maraña de lazos que a veces saltan de un tiempo a otro, de un personaje a otro, necesariamente arbitrarios, inexorablemente repetitivos. Nos movíamos de una sala a otra rodando como cardo ruso, atentos a lo que cada escena inmóvil nos despertaba. 
Pero, si se trataba de lazos y oblicuidades, lo mejor nos esperaba en la sala de Aves. Ahí puede verse, desde 2010, una serie de vitrinas con aves embalsamadas en una representación de su hábitat natural. Contra un fondo fotográfico que nos mete en el paisaje, se superponen ramas y hojas, piedras y arroyos ficticios. Y escondidos entre estos objetos, los coloridos pájaros-momia miran atentos lo que sucede más allá de los vidrios que los separan de nuestra dimensión. Debajo de los cristales, botones de plástico invitan a niños y adultos a hacer cantar a los pájaros. 
De todo el recorrido de la exhibición, una escena en particular llama la atención de mi hijo y lo deja estupefacto: es la que presenta las aves de Buenos Aires, la menos interesante de todas, ya que esos ejemplares puede verlos vivos en cada plaza y en su propio balcón. No le llamaron la atención los pingüinos ni los pájaros de los bosques, ni los tucanes ni el colorido de las plumas tropicales. Se quedó parado frente a un manojo de palomas y gorriones embalsamados que fingían picotear un simulacro de empedrado o un semáforo pigmeo, y como telón de fondo, la foto de un taxi cruzando una calle porteña. 
Mi viejo y yo nos reimos de verlo tan atento a esa vitrina. Me pregunté si le habría impresionado ver aves tan cotidianas en estado de perpetua quietud, pero al acercarme y ver mejor empecé a sospechar qué era lo que estaba sucediendo en ese diorama en particular. Es que parte del decorado representaba típica una pared porteña, con pedazos de carteles pegados con engrudo y graffittis en aerosol. Y a un costado, como no queriendo ser el centro de atención, una imagen en stencil impresa sobre el ladrillo: la cabeza de un pájaro con un par de auriculares. Supe entonces que mi hijo había quedado enredado en el lazo inevitable del metalenguaje. Representación de representación, aquél pájaro escuchaba atento lo que nosotros cantabamos al presionarse un botón.

Entradas populares de este blog

Guerra Mundial Z: la victoria del plan B

Nada de invasiones alienígenas, ni metáforas de la sociedad de consumo, ni alguna otra elaborada diacronía sobre la caída de la civilización. Hagamos una película donde los zombis sean zombis, sin vueltas. Guerra Mundial Z gana cuando hace convivir dos fórmulas que parecen opuestas, pero que se complementan muy bien: 1) Menos es más. (El argumento) Sacando una o dos escenas, en las que para que el relato continúe es necesario darle forma de explicación, la película no se detiene en buscarle la vuelta al asunto de los zombis, ni desde las conspiraciones, ni desde un probable génesis científico. Tampoco se narra poniendo el foco en la supervivencia, cosa que ya hemos visto en otros ejemplares del género. Simplemente se apoya en el saber colectivo acerca de estas criaturas y elabora una interminable sucesión de giros, basados en una misma estructura: el plan A no funciona. Desde esa premisa, el relato podría ser infinito. Voy a intentar explicarlo muy brevemente y sin spoilers. Ha...

Diario #2 - La experiencia artesanal

Mi vieja nos regaló una planta de tomates cherry. Tiene como ocho o nueve tomatitos verdes que van a madurar en el balcón y los vamos a comer. No alcanza para una ensalada, pero sí para darse cuenta de lo distinto que es el sabor de la fruta cultivada sin agroquímicos, a pura agua y sol. A lo sumo un té de ajo y jabón blanco para espantar pulgones y esas cosas. Pero claro que sabe distinto. La industria alimenticia nos fue quitando el sabor de las cosas. Las frutas y las verduras transgénicas crecen fuera de temporada, soportan plagas y pestes, se aguantan el invierno, maduran más rápido, tienen color parejo y andá a saber qué otras cosas, pero ¿y el gusto? Hay otra particularidad que la industria le robó a los vegetales: su capacidad para reproducirse. Ojo ahí: hay algo importante para reflexionar sobre las frutas estériles. Pero no nos adelantemos. Porque este es un diario de escritura. Quiero decir, de publicación, que es lo mismo.  Hubo en Londres un tipo que a mitad del siglo ...

FEA es comunidad

Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa. Spinoza. Que la artesanalidad involucra el contacto, ya lo sabemos. El contacto, digo, y pienso en el vínculo con lo material, en la costura como vínculo, en las tintas, los perfumes, las texturas, los pliegues. Que hagamos libros artesanales nos pone en contacto , habilita puentes, vasos comunicantes, ensambles, nodos, sinapsis. Nos conecta con los objetos que producimos, con las personas que participan del proceso, con los proyectos que cohabitan el multiverso editorial. Hay conexión: somos en red. Es, quizás, en ese sentido, que podemos disociar la idea individualista snob de hacer libros en mi tiempo libre, de la intensidad con la que nos conmovemos hacia estos espacios de conexión verdadera: de contacto, de material, de comunidad.  Experimentamos algo de eso en la FEA, evento al que nos referimos no con siglas sino con un adjetivo que es ...