Textos en los que hay una cartografía indispensable que convoca una y otra vez a repasar el recorrido. A anticipar lo que tiene escrito el futuro para nosotros y vivirlo con la idéntica excitación con que se busca un tesoro. Me sustraigo a la línea, al punto de tinta china, al índice y la nomenclatura, a la advertencia, al geograma. El mapa es espacio literario y estructura temporal donde todo sucedió y sucederá cada vez que mi ojo se amolde a sus sinuosidades planas.
Nada de invasiones alienígenas, ni metáforas de la sociedad de consumo, ni alguna otra elaborada diacronía sobre la caída de la civilización. Hagamos una película donde los zombis sean zombis, sin vueltas. Guerra Mundial Z gana cuando hace convivir dos fórmulas que parecen opuestas, pero que se complementan muy bien: 1) Menos es más. (El argumento) Sacando una o dos escenas, en las que para que el relato continúe es necesario darle forma de explicación, la película no se detiene en buscarle la vuelta al asunto de los zombis, ni desde las conspiraciones, ni desde un probable génesis científico. Tampoco se narra poniendo el foco en la supervivencia, cosa que ya hemos visto en otros ejemplares del género. Simplemente se apoya en el saber colectivo acerca de estas criaturas y elabora una interminable sucesión de giros, basados en una misma estructura: el plan A no funciona. Desde esa premisa, el relato podría ser infinito. Voy a intentar explicarlo muy brevemente y sin spoilers. Ha...
