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Mostrando entradas de mayo, 2011

El camino sigue y sigue

Textos en los que hay una cartografía indispensable que convoca una y otra vez a repasar el recorrido. A anticipar lo que tiene escrito el futuro para nosotros y vivirlo con la idéntica excitación con que se busca un tesoro. Me sustraigo a la línea, al punto de tinta china, al índice y la nomenclatura, a la advertencia, al geograma. El mapa es espacio literario y estructura temporal donde todo sucedió y sucederá cada vez que mi ojo se amolde a sus sinuosidades planas. Alejandra sostuvo su ejemplar de La Comunidad del Anillo con las dos manos, abierto por la contratapa. Me preguntó cómo era posible que yo no tuviera un mapa. Sin la menor delicadeza, pero con indudable ritualidad, arrancó el mapa que estaba pegado al libro y lo puso en mis manos. Ella sabía que no era un producto de imprenta lo que me estaba confiando, sino la geografía misma de la Tierra Media.

Llanero solitario

El árbol solo, teniéndose en pie a pesar suyo, es hoy para mí una imagen desoladoramente compañera. Nada abriga más que Nada, porque su abrazo es absoluto. Quiero creer que elige estar en un alto pelao, apoteótico, hermoso, parabólico, hito. El aromo Romildo Risso / Atahualpa Yupanqui (ca.1940) Hay un aromo nacido en la grieta de una piedra. Parece que la rompió pa’ salir de adentro de ella. Está en un alto pelao no tiene ni un yuyo cerca viéndolo solo y florido tuíto el monte lo envidea. Lo miran a la distancia árboles y enredaderas, diciéndose con rencor ¡pa’ uno solo, cuánta tierra! En oro le ofrece al sol pagar la luz que le presta y como tiene de más, puñao por el suelo siembra. Salud, plata y alegría tuíto al aromo le suebra asegún ven los demás desde el lugar que lo observan. Pero hay que dir y fijarse cómo lo estruja la piedra, fijarse que es un martirio la vida que le envidean. En ese rajón el árbol nació por su mala estrella, y en vez d...

Los rulos de Sarah Connor

En los argumentos con viajes en el tiempo suelen encontrarse paradojas. Algunas más literarias, otras simplemente falaces. Sin embargo, tal vez toda falacia sea potencialmente literaria, conforme el ojo con que se lee. La mayoría de las veces, el viaje al pasado genera un bucle en el curso temporal (siempre entendido como espacio, como línea). Esto es porque nadie viaja al pasado solo para mirar, y mucho menos cuando uno es enviado a proteger a esta rubia de rulos que se supone que es la madre de nuestro líder revolucionario en el futuro. Algo me atrae de ella, no puedo decir qué es, pero es una pulsión enajenante. Ahora estoy acostado sobre su cuerpo abierto para dejar en el fondo de su útero mi pequeño aporte a la causa. Ya no sé quién me envió, ya no soy el que vino, porque será otro hijo y amigo de otro que soy y que no soy. Sea lo que sea aquello para lo que fui enviado, he desertado para quedarme entre los bucles amarillos de un tiempo que ya no volverá a fluir. Terminator, ...

Metáfora imposible

Carroll / Alicia a través del espejo  Como un paisaje imposible, el revés del espejo es un laberinto del sentido. Cara o cara, la moneda siempre caerá del lado del lenguaje. Tálpidos tercos quienes buscaron resultados, sentidos únicos, significados, sin poder atravesar el espejo de Alicia por miedo a quedar despojados, solos, abismados. Pero hay que caer. Es requisito caer hacia adentro, a lo indeterminado, al desterritorio. El autor me guiña un ojo tuerto al proponer un tablero organizado, un índice enigmático, una carrera de ajedrez donde sus piezas, como máscaras cóncavas son lo mismo del derecho y del revés: (valga el asíndeton, y siga valiendo) Reina roja, Reina blanca, Caballero, Jabberwocky, Reina Alicia..

Ver o no ver, he ahí el dilema

Wells / El país de los ciegos Como un Gulliver sudamericano, Núñez desciende a nuestra aldea con su ciencia torpe y su cuento de un mundo horrible en el que los hombres ven. El país de los ciegos tiene la forma de una marmita. Sus habitantes, que duermen al abrigo del sol, gozan como si vivieran en un útero descomunal. Y Núñez, con mi envidia enajenada, no sufre su imposibilidad social ni amorosa sino que sufre no poder imponerse monarca de ignorantes. Así es como su breve aventura entre los invidentes no hizo más que reafirmar sus certezas estéticas y científicas, y en la disyuntiva entre perder sus ojos o su capricho, no se anima a preguntarse quién bajará a Bogotá de las montañas que no vemos para alucinar sentidos increíbles.

Quieres ser Pinocho

Después de nueve años y medio de ser John Horatio Malkovich, el voyeurista psíquico Craig Schwartz volvió a su antiguo trabajo en el taller de Geppetto, donde se dedicó por otros nueve años más a ahuecar la testa cóncava de Pinocchio. Entre el frontal y los parietales del títere montó un loft en el que cumple su condena de por vida, junto a una rubia sin tetas y dos docenas de animalitos de granja. Por momentos, su mirada se pierde en el espacio vacío, recordando con melancolía el escrúpulo y metodología de Malkovich para anudarse la corbata y afeitarse la cabeza, y entreconsciente, susurra el nombre de Maxine. Being John Malkovich, Spike Jonze, 1999