Lo que comenzó como una imperfección de la piel, un lunar o verruga erecta, acabó por brotar primero dedo auxiliar, después miembro indeciso y más tarde tentáculo incipiente. Pensó que podría nadar y se internó en el océano agitando su cuerpo blando para darse impulso. No necesitaba en ese medio más que una gran cabeza ovalada y unos cuantos tentáculos flexibles.
Nadó por ocho horas. Y llegó finalmente al otro corner de la oficina, en el que acomodó casi 300 biblioratos en orden alfabético, cumpliendo con exactitud la demanda absurda de su jefe.