Silencio de sepultura. Mis talones de madera reverberan en las paredes macizas. El eco de mis pasos que llegan pasa junto al eco de mis pasos que se fueron. Mirando fijamente al atrio, cuya luz de intenso índigo señala fragmentos de estatuas doradas y subraya a Dios (o lo que es lo mismo, le pone suelo), busco un asiento apartado y siento la culpa de haber hecho ruido al arrastrarse el pesado ébano.

JPC