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Contraluz

No estaba en la ventana. Pero la vi en puntas de pie, desnuda, inclinada hacia el vacío, asomada al martes de febrero en el que habíamos amanecido juntos. De éste lado de la ventana, en la habitación a oscuras, creí tocar una mano con mi mano. Su piel parecía ahora más clara, tal vez por la resolana. El pavimento irradiaba vapor y pesaba plomadas con un amanecer como ese a cuestas. Ni un rayo toca mi mano, y no sé si rocé mi izquierda con mi diestra porque una de ellas no siente. Sigo con mis ojos abiertos sobre su espalda para recorrer la curvatura de su espina desde la nuca y por sus omóplatos rectilíneos realzados por los brazos que se sostenían del marco albino de la ventana.
Cuál de ellas sos, de espaldas al oscuro y el doble saludo al sol que quema la imagen. Mis pupilas contraídas ven cada vez menos. Busco el roce nuevamente y ya ni encuentro mi izquierda. Creo que tu cuerpo se ha consumido con la luz de la mañana.

JPC

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