Haber sido mosquito jurásico. Grande para ser mosquito pero ínfimo entre los titanes reptiloides, procuró valerse de una buena dosis de humor y hemoglobina inflando su fuelle hasta el límite de sus capacidades. No pudo volar muy lejos en estas condiciones; y si soñaba con poner sus huevitos en la bella araucaria, no pudo cumplirlo porque la resina es tan atrayente, tan pegajosa. Agotó sus últimas moléculas de oxigeno mientras luchaba remando a seis brazadas en la miel de los pinos. El aire se acaba, pero sus ojos, vidriosos en el ámbar fosilizado, nunca dejaron de ver. Así vio pasar generaciones de cocodrilos y tortugas, peces mamíferos caminando en la playa, enormes ratas de pelo negro, simios humanoides y hombres simiescos. Hasta que el ojo capitalista de McPato o del viejo Hammond vio al tiranosaurio a través del ojo del mosquito. Hoy descansa su mirada, finalmente, y su cuerpito de momia-insecto ya es constelación entre los grandes, porque será siempre como ahora, el Padre d...
Juan Pablo Cozzi, insistiendo en el bloguismo desde 2009. ¡Ahora en colores y con ilustraciones!