Se supone, dice el autor dentro del autor, que nadie lanzaría nunca un libro al agua. "Nadie. Nunca. Jamás." Y el agua, aquello en donde flotan los cuerpos y los papeles, también es un espacio al alcance de cualquiera que se anime a sumergirse, a mojarse como Dante en la orilla estigia. Se rescatan, reescriben o interpretan fragmentos del libro flotante y uno se encuentra ya suspendido: sostenido por la delgadísima y resistente red que enlaza la superficie del mundo líquido. Leonardo Valencia, como Caytran Dölphin, se atrevió a dejarse flotar. (hola, vengo a flotar...)
Juan Pablo Cozzi, insistiendo en el bloguismo desde 2009. ¡Ahora en colores y con ilustraciones!