Estado de conservación



Asomarme al bullicio de una vieja red social como quien abre una ventana para ver si sigue lloviendo. Confirmar que, en efecto, nunca hubo nada para escuchar, nada para leer, nada para decir en ese mundo en el que todas las voces se cancelan entre sí. Recordar, de pronto, un libro que compré y que no leí. Sambullirme en él como en charco de agua encontrado en el desierto. Sentirme encantado de conocer una voz que me habla a los ojos como si no existiese otra persona en el mundo.

Entre mis planes de escape, hay uno escrito en el pliegue silencioso del borde de un papel ahuesado.   

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