Telarañas



Trampa perfecta, la telaraña es a la vez tela y araña, es artefacto y artífice. La palabra es, también, única en su clase, porque no existen en español términos como *mordidalobo o *venenovívora, ni siquiera en el terreno mítico, donde podríamos tener *cantosirena o, mejor aún, *laberintoro. El lenguaje se reserva, cada tanto, el derecho de generar una palabra excepcional que sea capaz de escenificar un microcosmos. 
La tejedora diseña su mandala indistinguible de ella misma, quizás consciente de que está representando el macrocosmos como una continuidad entre el artista y su obra. Mientras vive, la araña sabe que su dispositivo multiplica el alcance de sus ocho manos, y puede comer cada vez que algún incauto se enreda en el entramado. 
Pero aunque la trampa esté ligada a su creadora, al morir la arquitecta su construcción no dejará de ser efectiva. Permanecerá inconmovible hasta que atrape algo lo suficientemente grande como para justificar su desaparición del mapa. Sólo entonces, el diseño extraordinario será borrado igual que un mandala de polvo.


Foto: Vero Cozzi

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