En otro orden de cosas



También están aquellos a quienes alegran las novedades anacrónicas. Parecen moverse en reductos periféricos, valorando de pronto la emergencia de un objeto que, por pequeño que sea, recupera el encanto de la letra impresa y de la imagen que ocupa un lugar en el espacio. Algo que se toca, que se guarda, que se atesora intruso en la biblioteca.  
En Otro Orden de Cosas orienta sus brújulas hacia esas manos que todavía se emocionan al abrir una caja. En su interior habitan imágenes y palabras sin sujeción que, desordenadas pero no caóticas, se reúnen al abrigo sustancial de un cuerpo. Igual que un cofre o un pequeño cajón, como decía Bachelard, pertenece al dominio de los objetos que se abren. Y la única llave es la mirada del lector que penetra en su intimidad para aventurar un sentido nuevo, un orden lúdico y fugaz que conceda a las cosas la sustancia efímera del goce. 


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