A la vuelta de la esquina

No es que el Rey de los Duendes sea tan tramposo, sino que todo laberinto es cambiante y todo acaba siendo laberíntico cuando uno está dispuesto a perderse. 
Tal vez no se trate de encontrar la salida –que a fin de cuentas, está a la vuelta de la esquina, como el Oráculo del Sur–. Lo que cada laberinto necesita del aventurero es el poder de multiplicarse, casi equivalente a una polinización. Ni el camino, ni el caminante pueden desdoblarse por sí solos, pero puestos a enroscarse uno sobre el otro, no hacen más que reproducir infinitas versiones de sí mismos hasta agotar el espacio.




Labyrinth, Jim Henson, 1986

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